Moría el día y la luna nacía de
color cereza.
Apoyado en una lágrima contenida
veo el sufrimiento amado
de feliz pasado y de futuro
incierto.
El final de la vida está allí
encerrado en un ser,
pero triunfante y seguro.
Estoy viendo una agonía
con dolores que no caben
en aguas salinas.
Y la pupila se abre sin florecer
buscando la luz del silencio
para contener a la lágrima.
La luna de color cereza, dejaba morir el día.
Publicado en mi libro "De poemas y de cantares". 2012
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