Me mirabas sin que yo pudiese
llegar
al fondo de tu mirada perdida y
arcana.
Con una sonrisa cansada trasluciendo
amor
pero abandonada bajo el denso
follaje de cemento.
Ya no hablabas ni de pinos ni de
campos
ni de tu juventud pueblerina,
feliz y lejana.
Con palabras sin sonidos, de
letras perdidas e inaudibles,
expresabas vaguedades de tus
últimos recuerdos
y cerrabas los párpados
dormitando limbos.
Enternecía verte con el vigor
perdido
sabiendo que tu luz estaba cerca
y entregada ya a otro designio.
Te acompañaré, madre, el resto
del camino
hasta dejarte en las manos que
te esperan.
Fue una mañana triste para mí,
tu hijo,
que alcancé a susurrarte mis
secretos
aunque ya no pudieras entenderlos.
Publicado en mi libro "De poemas y de cantares". 2012
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ResponderBorrarSimplemente Bello. Felicitaciones y gracias por compartirlo
ResponderBorrarGracias por tanta generosidad en las palabras y paciencia para lofrarlo!!
Borrarde nada un beso Carlos. Gabriela Peschiutta
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