En la placidez de una noche
calma
con su luna y su lucero y mil
candelas,
el lago alisado por un aire
quieto
reflejaba todas esas luces con ardor
intenso.
Inexistente, el mundo sólo vivía
en este punto
y este punto se expandía sólo
hasta tocar la piel.
Un entorno musical encantaba los
sentidos
enlazados en el mismo
pensamiento
y embebidos en la maravilla.
Se tomó el tiempo dos años para llegar
a esta noche,
noche que nos esperó en su azul
profundo…
esperando desde lo eterno con
sabor a siempre.
Publicado en mi libro "De poemas y de cantares". 2012
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