Hay una marca indeleble
-invisible pero cierta-
que dejó esa incandescencia
de amoroso origen.
Tal vez la frente
o el corazón, en ráfagas de
fuego,
recibieran el distintivo cuño.
Pero es más posible
que en mi alma se guarde
la sonrisa que habitas.
Publicado en mi libro "De poemas y de cantares". 2012
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