El Rey del Bosque
lloraba
con su canto
lisonjero
y en su plumaje
aurinegro
escondía su
tristeza,
tras esa cárcel de
alambre.
Al acercarme
despacio
vi que miraba una
rama,
la rama de un
algarrobo
y en la rama había
un nido
y desde el nido
miraba
miraba su compañera.
Abrí la puerta
guardiana
de sus lágrimas en
cantos
y el vuelo fue la respuesta
de mi solista
inspirado
hasta el nido en que
esperaba
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