Mientras
escribo tú me miras desde el retrato en grises,
como tus
cabellos, como épocas de antaño.
Me miras,
con esa sonrisa triste, apenas insinuada,
que no
oculta -como tus ojos- el prodigio de mujer,
de esa virtuosa
mujer que he amado.
Tus pupilas
permiten adentrarse en tiempo presente
y me regalas
remembranzas en todas dimensiones:
dos torres
verdes de araucarias, el blanco manchón
de la magnolia
y el
vertical azul del cedro en tu jardín empergolado.
Pero más me
devuelven, como espejo, tus claridades
desacostumbradas,
tan cercanas
a lo santo que conmueven y tan lejanas
a todo lo
mundano.
La luz de tu
piedad, desde el albor y hasta el ocaso,
brilla en
lontananza con la fuerza de un recuerdo vivo
y yo sigo
trazando letras y tú mirando, desde allí,
desde el retrato.
Publicado en mi libro "De poemas y de cantares". 2012
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